El tráfico de personas hacia Estados Unidos es un negocio ilícito con importantes ganancias para el crimen organizado.
Gustavo es un joven de 25 años que emprendió el viaje a Estados Unidos sin dinero y sin ayuda de nadie, su única guía fueron dos migrantes que encontró en el camino y con quienes cayó en manos de narcotraficantes que le exigieron US$10 a su familia, no solo para liberarlo, sino para posicionarlo en Estados Unidos, una modalidad recurrente desde hace dos años, dicen organizaciones que defienden los derechos de los migrantes. Gustavo fue un blanco perfecto para ser interceptado por los narcotraficantes en Tamaulipas, México, mientras caminaba con un hondureño y un salvadoreño, puesto que no sabía el camino y no tuvo otra alternativa que seguir al otros centroamericanos.
Dos semanas después de salir el joven dejó de comunicarse, su familia acudió a organizaciones de migrantes para tratar de localizarlo en refugios, hospitales y morgues de México. Gustavo es un joven de 25 años que emprendió el viaje a Estados Unidos sin dinero y sin ayuda de nadie, su única guía fueron dos migrantes que encontró en el camino y con quienes cayó en manos de narcotraficantes que le exigieron US$10 a su familia, no solo para liberarlo, sino para posicionarlo en Estados Unidos, una modalidad recurrente desde hace dos años, dicen organizaciones que defienden los derechos de los migrantes. Gustavo fue un blanco perfecto para ser interceptado por los narcotraficantes en Tamaulipas, México, mientras caminaba con un hondureño y un salvadoreño, puesto que no sabía el camino y no tuvo otra alternativa que seguir al otros centroamericanos. Dos semanas después de salir el joven dejó de comunicarse, su familia acudió a organizaciones de migrantes para tratar de localizarlo en refugios, hospitales y morgues de México.
El trato Después de diez días de no saber nada de Gustavo las esperanzas estaban por desvanecerse para Fabiola, pero una madrugada recibió una llamada de una persona con acento mexicano, quien le aseguró en tono amenazante que pertenecían a un cartel mexicano, aunque dice no recordar el nombre, y le aseguró que tenían a su hermano, con quien logró hablar y le confirmó que había sido secuestrado y había sido golpeado porque se rehusaba a otorgar datos de su familia.
Fabiola quien labora en un calla center, dice que se movieron a contrareloj para conseguir el dinero, vendió su vehículo y solicitó un préstamo en un banco del sistema, mientras que su madre prestó dinero con sus compañeros de trabajo. Los supuestos narcotraficantes le pidieron US$10 mil_unos Q80 mil_ y le aseguraron que no era solo para liberarlo, sino para trasladarlo de forma segura a Estados Unidos. “Mientras miraba de donde sacaba el dinero no quise creer en esa oferta fuera de sentido, pero algo dentro de mí algo me decía que no era hora para que mi hermano muriera, que era con lo que constantemente me amenazaban”, afirma. Finalmente, el 20 de junio último, la madre de Gustavo que reside en los Ángeles se reunió con miembros de un cartel en Arizona y pagó el dinero. “Llegaron dos camionetas, de ellas se bajaron varios hombres armados y me exigieron el dinero, me armé de valor y les exigí que primero me enseñaran a mi hijo. Los hombres rodearon mi vehículo y me apuntaron, no sé cómo estoy con vida, minutos después de una de las camionetas lanzaron a mi hijo a empujones, no estaba golpeado, parece absurdo pero al final nos salió mejor porque ya está conmigo”, narra Sandra, madre del migrante. Gustavo consiguió empleo en construcción, en Guatemala tenía un año de no conseguir un puesto de trabajo y tampoco dinero para pagarle a un traficante de personas o “coyote”, como comúnmente se le denomina. En cuanto a los dos migrantes que lo acompañaron, afirma que se quedaron en el lugar donde los mantenían en cautiverio y sus familias no habían conseguido dinero para liberarlos.
Fotografía de la Hemeroteca de Prensa Libre.
Estrategia
“Después de la pandemia los cárteles de narcotraficantes han incursionado no sólo en el secuestro de los migrantes, ahora incursionaron en el coyotaje”, dice Rosario Martínez, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Martínez, refiere que si bien esta modalidad de los cárteles de la droga no es nueva, se hizo más visible después de la pandemia, y su estrategia consiste en interceptar a los conocidos “coyotes” para ellos mismos trasladar a los migrantes a Estados Unidos.
“Incluso han incrementado los costos de esta migración y cobran entre Q100 mil y Q120 quetzales a las familias de los migrantes que secuestran, aunque las víctimas pueden pasar de 15 días a tres meses para que su familia reúna ese dinero, durante ese tiempo se sabe que los migrantes pasan condiciones infrahumanas y los sobrevivientes le han llamado el infiernito”, precisa.
“Las mujeres son violadas y los hombres golpeados, y entre más rápido paguen más rápido se liberan de esta pesadilla”, afirma Martínez.
Entre este tipo de casos figura el de Mario, un joven de 21 años que fue secuestrado en la frontera mientras permanecía en una casa de refugio junto a otros migrantes y que fue irrumpida por sujetos armados durante la madrugada.
Mario debió pasar dos meses en manos de sus secuestradores, debido a que su familia no lograba reunir los US$6 mil que les exigían, finalmente el guatemalteco que se había desempeñado como carpintero fue liberado, y llevado a territorio estadounidense como prometieron sus captores.
Sobre cómo estos grupos armados logran traspasar fronteras estadounidenses, la investigadora Martínez dice que la frontera es “porosa” y los cárteles generan las condiciones para que estos cárteles puedan ingresar sin mayores problemas.
Gladys Abad Estrada, directora de la Casa del Guatemalteco en Tijuana, México, dice que el peor error es salir de Guatemala sin conocimiento de las rutas a tomar para llegar a la frontera con Estados Unidos, puesto que no precisamente se trata de carteles de la droga, sino de grupos que buscan beneficiarse de quienes no conocen el territorio.
“Los cárteles de la droga quieren apoderarse de todo, ya no quieren que vengan traficantes de personas de otros países y por eso ahora los interceptan junto con los migrantes que llevan para ellos quedarse a cargo del traslado a Estados Unidos, quieren el poder de todo, algo que antes no se cometía pues los migrantes eran abandonados, y ahora es una forma de presión a las familias de los migrantes para que les paguen”, asegura.
Los cobros que hacen los denominados “coyotes” en Guatemala pueden llegar hasta los Q100 mil, que se pagan en dos partes, una mitad cuando el migrante sale y el resto cuando se encuentra seguro en territorio estadounidense.
Artículo tomado de prensalibre.com
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